miércoles, 30 de diciembre de 2015

Diálogos de iniciación Mara Truth



  • ¿Cómo empezó la guerra, maestra?
  • A ciencia cierta nadie sabe qué pasó, qué acontecimiento fue el detonante. Existen tantas leyendas, tantas causas, querida Mara...
  • Ya, pero tú eres mi maestra. Mi guía. La que sabe. Tú debes conocer el origen. Seguro que tienes tu propia visión. Por favor, compártela conmigo, te lo ruego.
  • Cuentan los que recuerdan que durante un tiempo, la tierra vivió una época de gran esperanza. Los pueblos empezaron a ser gobernados por gentes que tenían grandes valores y una ética elevada que se puso en práctica con coherencia. Las gentes recuperaron la confianza en sus líderes, en la humanidad y en la solidaridad. Sin embargo, no calcularon la diversidad como variable y la auténtica capacidad para sostener la bondad. La bondad, querida Mara, es un elisir alquímico que puede convertirse en veneno para quien no sabe cómo recibirla después de emitirla. Pues ahora sabemos que no es cuestión de que el ser humano sea bueno o malo, sino de que sea capaz de sostener la acción bondadosa sin que ello le revuelva el corazón para el lado oscuro de su fuerza. Los utópicos no calcularon el grado del mal que hay que permitir para que la sensación de perfección no despierte al monstruo. Muy pocos seres son absolutos en la piedad y la compasión. Creo que éste fue el inicio. Creímos que podíamos alcanzar una perfección ingenua, total, para todos los seres humanos. Nos equivocamos.
  • ¿Quieres decir que el ser humano alcanzó en cierta medida la utopía y eso le llevó al desastre?
  • Olvidamos que utopía es la canción del lobo que aúlla a la luna en las noches oscuras de invierno. Olvidamos reconocer que no todos somos monjes, que no todos somos vestales, que no todos somos banderas blancas. Olvidamos reconocer nuestra humanidad salvaje, olvidamos a los guerreros, olvidamos a los asesinos, a los ladrones, a los mezquinos, a los malignos, olvidamos que estamos al servicio de algo tan simple y tan sencillo como la vida en su más amplia gama de posibilidades, todas, incluido el mal. Nos creímos invencibles y de nuevo brotó la desolación.
  • Ahora, sin embargo, maestra, la esperanza se filtra de nuevo. Ha pasado el tiempo y tras la devastación las gentes vuelven a bajar a los ríos y vuelven a ver reflejado su rostro en el caudal.
  • Lo importante, querida Mara, es que todo siempre tenga una nueva oportunidad de comenzar.

Mara continuó juntando piedras en montones cual montañas alrededor de la maestra, de manera que cuando acabó, tocado ya el crepúsculo, la maestra se levantó y no supo salir de entre la muralla que Mara había construído a su alrededor.

  • Maestra, por favor, derríbala.
  • Gracias, querida Mara. Lo necesito. Te felicito, es una construcción perfecta, puede derribarse, si se precisa.

Las piedras se precipitaron al caos del suelo con la naturalidad que se deconstruye la tierra cuando abre paso a sus peregrinos. Maestra y alumna caminaron hacia la aldea. Al entrar por la ermita, Mara se acercó a beber de la fuente.

  • ¿Sabes una cosa, maestra? En todos estos días que han durado tus enseñanzas de la memoria, me obsesionaba con abandonar una idea,  pero ahora sé que debo abrazarla.
  • ¿A qué te refieres?
  • Me veo siempre a mí misma como una guerrera, maestra, y eso antes no me gustaba. Pero ahora, voy a acogerla.
  • Recuerda siempre entonces que tu inteligencia, tu humanidad y tu coraje se manifestarán siempre en el reflejo de tu apariencia personal, en tu forma de hablar y en la caligrafía de tus versos.
  • Lo recordaré, maestra.
  • Descubre a quién sirves y dale tu lealtad hasta el final de tus días.

Maestra y alumna entraron en la casa iluminada por las sombras y durmieron durante tres días y tres noches. En la cuarta mañana, Mara se levantó hambrienta y feliz. A su lado una carta de su maestra.

  • Querida Mara, ya sabes lo imprescindible. Ahora, emprende la senda y entrégate como solo tú sabrás hacer.

Mara salió corriendo a mirar por la ventana soleada. A lo lejos una figura difusa caminaba hacia la aldea. Supo en ese momento que era hora de partir. Venían a buscarla.



Santa Coloma de Gnet, 30 de diciembre de 2015.
Laura Freijo Justo / Paula Mocinho Novoa